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Más Allá del Estrés: Enseñando Empatía

Actualizado: 20 sept

En la actualidad, vivimos en lo que algunos expertos han llamado la "sociedad del cansancio", una realidad donde tanto individual como colectivamente, comenzamos a ver un aumento de enfermedades relacionadas con el estrés, la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad, o el síndrome de desgaste ocupacional. Nos encontramos saturados de exigencias propias y ajenas, trabajando largas jornadas para alcanzar las metas que nosotros mismos nos imponemos, en una búsqueda constante de realización personal.

Esta es la realidad a la que se enfrentarán nuestros hijos, sobrinos, nietos y futuras generaciones si no aprenden desde una edad temprana a gestionar sus emociones, solucionar conflictos, y a reconocer los derechos y emociones de los demás.


¿Dónde radica el problema?

El problema es que, en la mayoría de los colegios, no existen sistemas efectivos de medición que puedan monitorear y gestionar las conductas de convivencia. En estos entornos, no se enseñan habilidades esenciales como manejar la ira, desarrollar la empatía, reconocer los derechos del otro, aprender a escuchar y comunicar de manera asertiva, ser tolerantes a la frustración, y, quizá lo más importante, aprender a pedir y recibir ayuda.


La modernidad y el agotamiento

La modernidad nos trajo el disciplinamiento social y el confesionalismo, es decir, un enfoque en la regulación de nuestra conducta y emociones de manera pública y privada. Hoy, en esta modernidad tardía, vivimos en una sociedad disciplinaria, dominada por la explotación del sobreuso del tiempo. Nos hemos sumergido en una cultura del trabajo continuo, donde el tiempo dedicado a descansar es cada vez más escaso, llevándonos a una carrera interminable de autoexigencia y sentimientos de insuficiencia.

En esta sociedad, estamos cansados y nos hemos convertido en lo que algunos denominan el “Prometeo cansado”, un ser que está constantemente agotado, devorado por su propio ego. Somos víctimas y verdugos al mismo tiempo. Nuestra aparente libertad es en realidad una condena a la autoexplotación en búsqueda de una sensación de liberación que nunca llega.


¿Cómo cambiar este panorama para las futuras generaciones?

El cambio debe comenzar en las aulas escolares, donde se debe poner en marcha un sistema que no solo eduque a nuestros niños en matemáticas, ciencias o historia, sino que también los prepare para la vida emocional y social. Necesitamos implementar sistemas que midan y fomenten el desarrollo de competencias socioemocionales, sistemas que enseñen a los estudiantes a:

  • Manejar el estrés y la ira.

  • Desarrollar empatía por los demás.

  • Reconocer los derechos del otro.

  • Aprender a escuchar activamente y a comunicarse de manera asertiva.

  • Ser tolerantes a la frustración.

  • Y, fundamentalmente, aprender a pedir y recibir ayuda.


Este cambio no solo les permitirá enfrentar mejor los retos del futuro, sino que también les ayudará a vivir vidas más equilibradas y satisfactorias, evitando la trampa de la autoexplotación y el agotamiento constante que caracteriza nuestra sociedad actual.

Es nuestra responsabilidad como sociedad preparar a las próximas generaciones con herramientas que les permitan gestionar sus emociones y mejorar su calidad de vida. Solo así podremos romper con este ciclo de cansancio y construir un futuro más saludable y compasivo.

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